Hay cosas, momentos y situaciones que no por muchas veces vividas dejan de seducirte, cautivarte o sorprenderte... como una puesta de sol, como una tormenta de esas que parecen que van a romper el cielo, como el arco iris... Hay instantes que son mágicos e irrepetibles aunque vuelvan a darse cada cierto tiempo, aunque formen parte de lo cotidiano... como cada vez que ves llegar a esa persona que te tiene loco, que hace que se te ilumine la cara y se te despierten los sentidos... Hay lugares y senderos, que aunque mil veces recorridos o visitados, no dejan de tener la emoción de la primera vez... de cuando los descubriste o te los enseñaron... porque a la magia del lugar en sí se van sumando los recuerdos y vivencias adquiridos... Hay ruidos, sonidos y canciones que te llevan a kilómetros de distancia, a momentos y sentimientos, a imaginar o recrear... a abstraerte de lo que te rodea, a ser tú sin tus circunstancias... Y hay personas que cuando nos hace falta hacen las veces de talismán, de bálsamo, de asidero, de salvavidas, de confesor, de consejero... Al fin y al cabo, y en mayor o menor medida, todos tenemos ese algo, ese qué, ese quién, ese dónde, que hace que lo que tenemos delante no sea lo que estamos viendo, sino lo que queremos ver, lo que nos apetece vivir, lo que queremos sentir... son nuestros barcos a Venus, nuestras vías de escape, nuestras zonas seguras... eso que está siempre ahí aunque no reparemos en ello, pero sin lo que no podríamos seguir en determinados momentos...
Historias de la Alameda
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