Yo no soy muy de discotecas. Soy más de bares, de hacer vida de codo en barra y charloteo con la parroquia, aunque también me gusta ir a bares con musiquita... y me marco mis bailoteos... y a veces hasta acabo descalzo... pero una cosa es un bar con música (los pubs de toda la vida) y otra una discoteca... Aún así, hace poco fui a una y pude comprobar que las cosas no han cambiado mucho desde mis tiempos mozos, cuando frecuentaba ese tipo de ambientes, porque estaban de moda y por aquello de interactuar con el sexo contrario (lo que viene siendo echar la caña o intentar meter cuello)... Eran los años en que la Gavidia reventaba cada viernes, en que la Alameda era una colección de garitos a cual más peculiar y en los que los sábados se reservaban para ir a la disco... Pues a pesar de los años que han pasado (me voy a ahorrar echar la cuenta para no marearme), y obviando los cambios en lo que a tipo de música y vestimentas del personal se refiere, por un momento me sentí como en esos años al observar a los diferentes especímenes de la fauna que por allí pululaba y su peculiar comportamiento... me sentí un poco Historio Rodríguez de la Fuente... porque pude ver como un buitre no leonado pero sí melenudo se acercaba a todo lo que podía con intención de hincar el diente, y se movía de un grupo a otro, de una presa a otra sin hacer mucho distingo ni pararse a elegir demasiado... lo que cayera bueno era... Pude ver también a otro individuo llevando a cabo lo que él pensaba que era una danza de cortejo previa al apareamiento, pero que provocaba más risas que otra cosa en las féminas de alrededor... No faltó tampoco el típico que se apoya en la barra y mira alrededor en busca de su objetivo, una chica solitaria que le resulte atractiva, para una vez hecho contacto visual dedicarse a mirarla fijamente mientras va dando sorbos a su copa, como si telepáticamente fuera a transmitirle sus intenciones y esperase que de buenas a primeras ella se levantara del taburete y se acercara a besarlo apasionadamente sin mediar palabra... Mención especial merecen los corrillos, tanto de ellos como de ellas, que se pasan toda la noche discutiendo quién se va a acercar a quién y qué le van a decir... ellos con los "no hay huevos" y ellas con las risas y eso de esperar a que ellos den el primer paso... y mucho cruce de miradas y mucho "quiyo, quiyo, que están mirando", o "yo me pido al de los calzoncillos de Calvin Klein"... y al final nada de nada... uno que se tiene que ir, la otra que va al servicio y vuelta a empezar... También había los que se daban el lote por las esquinas o en la cola de los servicios, quienes tenían cara de haber vomitado hasta el almuerzo de la semana pasada, y los imprescindibles tres o cuatro que van juntos y se pasan la noche copa en mano y casi sin hablar ni entre ellos, mirando alrededor y comentando de vez en cuando la de gente que hay, que son pocas las tías que han ido y que tampoco han visto ninguna así que les guste como para acercarse... En fin, que fue una experiencia bonita y enriquecedora poder constatar que, aunque han cambiado muchas cosas en estos años, para lo básico seguimos siendo igual de simples que entonces... lo que pasa es que entonces estaba uno en el ajo y no se daba cuenta de lo divertido que es ver todo esto desde fuera...
Historias de la Alameda
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